viernes, 20 de marzo de 2009

Manifestaciones implícitas y explícitas de la noción de peligrosidad y estado de peligro en la elaboración de la política criminal en México.



Manifestaciones implícitas y explícitas de la noción de peligrosidad y estado de peligro en la elaboración de la política criminal en México.



La Fotografía fue publicada en el Diario Tabasco Hoy, Villahermosa, Tabasco, México, el 20 de marzo de 2009 y es una vista del Centro de Readaptación Social de la capital del estado, el CRESET. vid sitio: www.tabascohoy.com.mx

La nueva entrada de esta ocasión será un tema peculiar, poco explorado: la peligrosidad y su noción manifiesta y el Derecho penal Extremo. Espero la disfruten.


Manifestaciones implícitas y explícitas de la noción de peligrosidad y estado de peligro en la elaboración de la política criminal en México.





Desde la noche de los tiempos, el hombre ha tenido un excepcional don para el castigo y sufrimiento. A tal grado llegó esta vocación, que el espectáculo punitivo sustituía las tertulias y los festivales y los autos de fe reunían en las plazas centrales a las comunidades para contemplar los suplicios.

Felizmente, el liberalismo condujo a la paulatina contención de la pena de muerte, para ceder su paso a la pena privativa de libertad, la prisión. Debido a ello, la prisión se convirtió en el imaginario colectivo, como el símbolo por excelencia del castigo, y no ha evolucionado hasta la fecha: de hecho, ha involucionado: conforme pasan los tiempos se dirige hacia su propio envilecimiento[1]. En el momento actual, la noción de castigo va acompañada con la noción de centro de adiestramiento criminal. La ciudadanía y los reos conocen a la prisión como la “Universidad del Crimen[2]”, donde los delincuentes acuden a especializarse en nociones cada vez más avanzadas para la comisión de diversos ilícitos, donde ahora reconocemos que la readaptación social siempre fue la Utopía diseñada única y exclusivamente para la doctrina, la academia y los libros, donde se queda y carece de trascendencia.

A la par del fracaso del sistema técnico progresivo de readaptación social, y quizás como la causa primaria de su propio fracaso, fuimos testigos del surgimiento de un Derecho Penal cada vez más aferrado a su vocación maldita para la punición, en vez de prevenir a través de la aplicación del castigo y acotar el Ius Puniendi. Vimos el inicio del nuevo milenio con la esperanza de la globalidad, el crecimiento de la economía de mercado y el incremento de la migración, pero a la vez del crecimiento de la influencia de los sistemas de seguridad a través de los avances tecnológicos.

No obstante, en el año 2001, y como consecuencia de los hechos donde el terrorismo se apoderó de Nueva York, acudimos al nacimiento de una nueva cultura de la seguridad, donde el Derecho Penal comenzó un dramático proceso de involución denominado “Derecho Penal del Enemigo”, donde la natural tendencia a castigar y estigmatizar se multiplicó exponencialmente ante las figuras artificiales de las amenazas y vulnerabilidades construidas por analistas y expertos en seguridad, modelo que se cristalizó de forma absoluta en las infames prisiones de Guantánamo, Cuba. Este modelo de Derecho Penal tiene como piedra angular el miedo más extremo.

Debido al fortalecimiento del Derecho Penal del Enemigo, rostro endurecido y cruel de la ciencia y rama del Derecho que originalmente naciera en el siglo XVIII para contener el rigor del Estado en la aplicación desmedida de las penas, las prisiones se saturaron en la primera década de este siglo, siendo uno de los reflejos de esta nueva realidad el modelo carcelario de la Máxima Seguridad.

En la década de los noventas nacieron nuevos tipos penales, creaciones artificiales del legislador y obra maestra del populismo penal, donde la pobreza y la estratificación social fueron los parámetros para estipular nuevas formas de quebrantar la norma penal; engranajes del sistema punitivo que fueron concatenados para proteger intereses económicos de los sectores dominantes de la comunidad y como respuesta a esa vulneración supuesta o real de lo establecido, la prisión fue la pena elegida por el legislador como la curación a todos los males dimanados de la aplicación de las rapaces reglas del neoliberalismo, para el cual, el dominio de la marca, símbolo indiscutible del consumismo globalizado, lo que a su vez condujo al crecimiento inusitado de la falsificación de marcas y patentes: la piratería y la adulteración de símbolos y etiquetas, la clonación de diseños de autor y la diversificación en los medios para la trasgresión del Derecho Penal Económico condujeron a la sociedad a la decadencia en los modos y medios de vida, y por ende, a la adopción de una cultura hedonista donde se justificaba absolutamente todo por contar con un símbolo que reflejara poder económico y social. Y ese todo condujo a la corrupción de las costumbres y a la relajación de las normas: al crecimiento de las mafias como nunca antes en la historia de la Humanidad a todos los niveles y en todos los países y con mayor atención, en México.

Al consumo de drogas y sustancias activas para encontrar el sentido, -de tan satisfechas que tenía el ser humano todas sus necesidades primarias- sucedió el involucramiento con organizaciones delictivas cuyas normas y reglas de organización[3] reflejan la creación de un orden despiadado transnacional, que transmite sus propios usos y costumbres a las diversas capas de la criminalidad.

El fenómeno criminal a su vez, implicó el crecimiento de una cultura de la inseguridad y la violencia extremas, a tales niveles que el Estado solamente contempló como solución, en su lucha a todas luces desigual contra un enemigo omnímodo y mucho más poderoso financieramente que él a través del endurecimiento del Derecho Penal y el otorgamiento de facultades cada vez mayores a los cuerpos de seguridad policiales, práctica no exenta de riesgos, como la historia ha demostrado en reiteradas ocasiones, y a la vez, a la saturación de las prisiones.

Hemos llegado a tal punto, que la criminalidad organizada ha tejido una red de protección intra-institucional que la ha conducido a ser la productora indiscutible de prisiones repletas; inframundos tenebrosos y oscuros, donde el “derecho” criminal no escrito prima por encima de la racionalidad y el respeto a la dignidad humana: donde el ejercicio de la fuerza extrema condiciona las relaciones sociales y la propia observancia de la autoridad. Y en medio del universo carcelario, encontramos varias nociones que son objeto constante de estudio en los medios de comunicación: el tratamiento frívolo de la categoría de la peligrosidad y la ostentosa exhibición de formas cada vez más grotescas para la consumación de delitos por parte de los criminales crueles y brutales, cuyas expresiones nos remiten forzosamente a la ejecución de Damien[4] como parte de la construcción del imaginario punitivo en el inconsciente colectivo, infundiendo el miedo tanto al interno como al ciudadano a las organizaciones delictivas que ya han edificado sus subculturas dentro del entorno de la prisión, más que al Estado, quien originalmente diseñó el universo penitenciario para ocasionar temor de su propia fuerza y potencia.

Evidentemente, las secuelas a corto plazo serán el incremento de la población carcelaria y la prospectiva de generar nuevos espacios penitenciarios para satisfacer la demanda del esquema neoliberal “Ventanas Rotas”- la expresión americana del Derecho Penal del Enemigo -, donde la aplicación de las medidas de seguridad se da hasta por la más mínima infracción a las normas administrativas o penales, originando una depreciación de la esencia del castigo.
Por ello, la seguridad pública se ve cada día más vulnerada, toda vez que la dinámica de la política criminal ha generado una contraproducente torsión hacian una cultura del miedo que paradójicamente, la ha expuesto al doble...
Natalia Díaz.




Bibliografía consultada:



[1] Vid Barrios Leal, César. “El sistema penitenciario desde la perspectiva de los derechos humanos: una visión de la realidad mexicana y de sus desafíos”. Sitio: http://www.derechoycambiosocial.com/revista002/penitenciario.htm consultado el 22 de enero de 2009. 12:01 p. m.
[2] Ídem.
[3] Vid Saviano, Roberto. Gomorra. Viaje al imperio económico y al sueño de dominio de la Camorra. Debate Editorial. Barcelona, España. 2008. 328 Pp.
[4] Vid Foucault, Michel. Vigilar y Castigar: el nacimiento de la prisión. Editorial Siglo XXI. 1976. Reimpresión en español.

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